La historia los juzgará *


Julio Cobos no es un novato de la política; Mauricio Macri, menos. Y Gabriela Michetti, tampoco, aunque se disfrace. Ayer se reunieron a discutir si el actual vicepresidente de la Nación puede ser candidato PRO el año que viene, a lo que el mendocino seguramente habrá dicho que no, amparándose en sus deseos de no quedar en una posición desventajosa de cara al 2009.
No se trata de conjeturas: ni Cobos ni Macri hablan de otra cosa. Ninguno de los dos tiene la menor consideración por administrar correcta y eficientemente lo que les corresponde. A uno, el Senado. Al otro, la Ciudad.
El ex gobernador tiene la posibilidad de profundizar los cambios introducidos en la cámara Alta por Daniel Scioli, pero se empeña en entrometerse en cuestiones que la Constitución no le sugiere, evitando así mostrar las condiciones ejecutivas que sus promotores dicen que tiene.
En el caso de Macri y Michetti, buscan desesperados una alternativa para los comicios del año que viene sin tener en cuenta, y ocultando en realidad, que la Ciudad está por colapsar.
Entonces se encuentran con Alfredo De Angeli, con Cobos o con quien sea necesario con tal de lograr una foto de alto impacto y esconder detrás de ella las carencias en hospitales, colegios y servicios públicos en general, la subejecución de partidas y las irregularidades que ya empiezan a asomar.
Antes se habían acercado a Jorge Sobisch, Ricardo López Murphy y Juan Carlos Blumberg, aunque los descartaron ni bien cayeron en esa desgracia electoral de no ser elegidos por la inmensa mayoría de la gente.
Y en algún momento, Cobos, Macri y Michetti confluirán en un mismo espacio político, en una reedición de la Alianza que no tendrá más horizonte que el que tuvieron Fernando De la Rúa y los suyos.
Porque no saben gobernar. Porque construyen sobre las desgracias del otro y no sobre las virtudes propias. Porque no podrán sostener mucho tiempo más la mentiras en conferencia de prensa. Porque la historia los juzgará, pero los vecinos lo harán antes.

Diego Kravetz.


*Columna de opinión publicada el martes 23 de septiembre de 2008 en el diario El Argentino